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La eterna decadencia del lenguaje o por qué ahora no se habla peor que nunca

Todos hemos oído en alguna ocasión que la gente habla ahora peor que antes, que se ha relajado la gramática, que se incorporan barbarismos en cantidades inaceptables, y toda clase de quejas similares. Estas quejas, por otra parte, son una constante en el mundo occidental, y posiblemente en el resto también.

En el mundo posromano, la temprana Edad Media, tenemos al gran Isidoro de Sevilla quejándose de la decadencia de la lengua latina en el libro IX de sus Etimologías. Esta queja es sumamente interesante en sí misma, ya que demuestra que a principios del siglo VII había conciencia de que la lengua que se hablaba era el latín, aunque estamos hablando de una etapa de transición entre el último aliento del latín y los primeros vagidos de las lenguas romances. Citaremos a Isidoro, pues su aportación es interesante:

Algunos dicen que hay cuatro variedades de latín, es decir, Antiguo (Prisco), Latino, Romano y Mixto. El Antiguo es aquella lengua tosca que hablaban los más antiguos de Italia en la época de Jano y Saturno, y que se conserva en los cantos de los salios.

Luego el latín, que hablaban los etruscos y otros en el Lacio en la época de Latino y de los reyes, y en esta variedad se escribieron las Doce Tablas. Luego el romano, que surgió después de que los reyes fueran expulsados por el pueblo romano.

En esta variedad produjeron sus obras los poetas Naevius, Plauto y Vergil, y los oradores Graco y Catón y Cicerón, entre otros. Luego, el mestizaje, que surgió en el estado romano tras la vasta expansión del Imperio, junto con las nuevas costumbres y pueblos, corrompió la integridad del habla con solecismos y barbarismos

Estas últimas palabras no dejan de tener eco ahora, pero Isidoro de Sevilla no fue el primero en quejarse de la decadencia de la calidad de la lengua latina hablada por el pueblo. Quintiliano, el gran teórico de la retórica del siglo I, hace algunas observaciones sobre la importancia de hablar correctamente en el libro I de su Institutio Oratoria, y denuncia los solecismos y los barbarismos.

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