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Sin repetir y sin gritar

La sola mención del tema por parte del ministro Sileoni desató un vendaval. Dos expertas explican si repetir sirve y dan ideas para una discusión de fondo.

Por Gabriela Diker y Flavia Terigi

Frente al anuncio de que la Provincia de Buenos Aires tendría un proyecto para modificar el régimen académico de la escuela secundaria en cuyo marco se eliminaría la figura de la repitencia, volvieron a agitarse las voces que ven a la repitencia como una herramienta fundamental del sistema educativo para asegurar cosas muy diversas: exigencia, calidad, disciplina, esfuerzo, selección meritocrática, motivación para el estudio, entre otras. Entre estas voces, las que han tenido mayor trascendencia pública han sido las de la dirigencia política de la oposición que, con una indignación alimentada a fuerza de grieta, salió al cruce de esta iniciativa haciendo uso de la inmemorial lexicografía del naufragio, tan utilizada en ese debate educativo que empieza y termina en twitter. Expresiones como regalar diplomas, bajar la vara, demagogia, decadencia, nivelar para abajo, pasar de año sin aprender, fueron algunas de las que circularon como si fueran autoevidentes, reemplazando la argumentación seria que merece el debate público sobre la educación argentina.

No nos proponemos aquí analizar el proyecto elaborado por la Provincia de Buenos Aires que, tal como aclaró ya el ministro Alberto Sileoni, se planteó como objeto de discusión. Lo que haremos es compartir algunas consideraciones largamente trabajadas en el campo educativo, con la expectativa de que puedan contribuir a “subir la vara”, en este caso, del debate público acerca de la educación.

Comencemos tratando de describir la repitencia en Secundaria, esa decisión que tenemos tan naturalizada. Al comenzar cada ciclo lectivo, un grupo de alumnos/as debe aprender los contenidos de una determinada cantidad de materias, que conforman su curso escolar. Todas juntas, y al mismo tiempo. Al finalizar el ciclo lectivo, a quienes no muestran los aprendizajes esperados se les indican una serie de instancias de evaluación (con tutorías o sin ellas, con apoyos o sin ellos) y, si al final de éstas persiste el problema, y si este problema se verifica en una determinada cantidad de materias, lxs estudiantes son reasignados a otro grupo escolar, el que “viene después”, al que se incorporarán en el siguiente ciclo y en el que volverán al inicio de la cronología de aprendizajes. Esa reasignación a un nuevo grupo es lo que conocemos como repitencia. Que se lo llame “repetir” (y no “reagrupar”) expresa –tal vez sin advertirlo- que la estrategia a seguir con ese/a alumno/a puede ser (y en verdad suele ser) la reiteración de las propuestas de enseñanza, aunque hasta ese momento no hayan logrado sus fines. Así descripto el asunto, avancemos en el análisis que queremos proponer.

Las reglas

Es un problema que el debate se limite a discutir sólo la repitencia escolar. La repitencia es una de las herramientas normativas que forman parte del régimen académico escolar, que es lo que regula, a través de normas diversas más o menos formalizadas, la organización de las actividades de los alumnos y las exigencias a las que éstos deben responder. En este sentido, el régimen académico incluye tanto las reglas que rigen la evaluación, acreditación y promoción del año escolar (entre las que se encuentra la repitencia), como la organización de los grupos-clases, la distribución del tiempo escolar y las normas de concurrencia a las escuelas, entre otros. Un ejemplo de esta organización: la cursada “en bloque” (Matemática de primero, Ciencias Naturales de primero, Educación Física de primero…), aunque las materias no tengan conexiones entre sí que justifiquen cursarlas juntas o tener que aprobarlas al mismo tiempo.

En el régimen académico tradicional de la escuela secundaria, la evaluación y acreditación de aprendizajes se realiza por materia, pero la repitencia se produce en bloque, es decir, se repite el año completo. A esto se le llama “repitencia automática” o “institucionalizada”, dado que se trata de una decisión administrativa que resulta de considerar la suma de materias aprobadas y desaprobadas y la concurrencia.

Este tipo de régimen no considera qué materias se aprobaron o desaprobaron, ni cuáles han sido los obstáculos que dificultaron el aprendizaje, a la hora de decidir si un estudiante promociona o repite el año. Entonces, como se ha dicho en estos días muchas veces, se producen dos sinsentidos. El primero: si el régimen académico establece, por ejemplo, que para promocionar el año es necesario aprobar 8 materias de un total de 11, un estudiante que aprobó 7 en un año, debe volver a cursar y aprobar al año siguiente todas… eso incluye las que había aprobado. El otro sinsentido: si un estudiante desaprueba sólo 1 materia, promociona al año siguiente, donde se encontrará con un nivel más avanzado de esa misma asignatura, a cuyo aprendizaje deberá enfrentarse aunque la institución escolar ya ha determinado que no ha logrado los aprendizajes previos (pues, de otro modo, ¿por qué no habría aprobado la materia?).

Aprendizajes

Así definida, queda claro que la función de la repitencia en el régimen académico tradicional de la escuela secundaria argentina, no es asegurar aprendizajes que no se lograron el año anterior. Las evaluaciones estandarizadas (tanto Aprender, como PISA), lo muestran con claridad. Según los últimos resultados del operativo Aprender aplicado en el nivel secundario (2019), el desempeño de los y las estudiantes que repitieron al menos un año escolar (en primaria o en secundaria), es significativamente más bajo que el de quienes no repitieron: en Lengua la diferencia es de 12 puntos porcentuales y en Matemática de 22. Lo notable es que esa diferencia se amplía cuantos más años de repitencia se acumulan. Por su parte, los últimos datos disponibles de PISA (2018) muestran la misma tendencia, aunque la brecha entre quienes no repitieron y quienes sí, es todavía mayor. Entre los que obtienen el más bajo rendimiento en Lengua (nivel 1), los y las estudiantes que repitieron al menos un año escolar casi duplican a quienes no repitieron, mientras que, en Matemática, quienes repitieron alguna vez representan un 30% más que quienes no repitieron, en el más bajo nivel de rendimiento. El informe PISA Argentina producido por el Ministerio de Educación en 2019 durante el gobierno de Mauricio Macri, concluye de manera contundente: “Los datos expuestos podrían sugerir que la repetición es un mecanismo poco eficiente para mejorar el desempeño académico de los estudiantes que presentan mayores dificultades en su aprendizaje: al estudiante repitente le va peor en el desempeño de las pruebas PISA”. Entonces, si bien no podemos afirmar que la repitencia es la causa de los bajos rendimientos, sí podemos decir que repetir un año escolar (y repetir más de una vez) no asegura mejores aprendizajes en ese tiempo adicional, sino todo lo contrario.

¿Por qué todo lo contrario? Porque, como se ha repetido varias veces en estos días, además de no promover mejores aprendizajes, la acumulación de repitencia favorece el abandono escolar. El informe Evaluación de la Educación Secundaria 2019, producido por el Ministerio de Educación de la Nación, muestra que la sobreedad (consecuencia, entre otras cosas, de la acumulación de repitencia) “disminuye en los últimos años del secundario por un incremento del abandono, que afecta con mayor intensidad a estudiantes con experiencias de repitencia”.

Poblaciones

¿Cuál es, entonces, la función de la repitencia dentro del régimen académico tradicional de la escuela secundaria? ¿Por qué es tan difícil removerla? Fundamentalmente, porque constituye una pieza clave en el sostenimiento del sistema escolar gradual y anualizado. Lo diremos así: el sistema escolar está organizado para mover poblaciones; cada año, toda o la mayor parte de la población escolar se desplaza de un grado escolar al siguiente (a eso se le llama “promoción”). Ese desplazamiento es imprescindible para que puedan ingresar nuevas poblaciones al sistema por su puerta de entrada (el nivel inicial) y se produce una vez acreditados, al final del año, los niveles de logro correspondientes a cada grado (año, etapa…) escolar. Toda la organización escolar está supeditada a este movimiento poblacional que fue pensado para realizarse en simultáneo. La oferta escolar de nivel secundario es, en este sentido, bastante rígida: los cursos o divisiones se organizan por año escolar y cada una tiene asignadas las horas de clase (es decir, horas docentes) correspondientes a las distintas asignaturas previstas en el curriculum para cada año/grado. Para el nivel secundario, predomina en la Argentina la designación docente por horas y no por cargos y, en la mayor parte de las jurisdicciones, las horas docentes se titularizan, además, en un horario y en un día de la semana, lo que da por resultado una organización muy poco flexible, dado que un docente designado por horas cátedra suele tener distribuida su jornada de trabajo entre distintos cursos y escuelas. En este esquema, las trayectorias individuales de los y las estudiantes deben adaptarse a la organización escolar y no al revés. La discusión sobre la figura de la repitencia es, entonces, una discusión sobre el conjunto del régimen académico y sobre la organización del sistema escolar, que podría seguir siendo graduada pero no necesariamente anualizada.

Desde hace muchos años, las políticas nacionales, las de las distintas jurisdicciones y las iniciativas de las escuelas vienen haciendo esfuerzos para sumar recursos de enseñanza a través de horas en contraturno o tutorías, así como para modificar el régimen académico, pero lo cierto es que, en su núcleo básico, la estructura organizativa y el régimen de la escuela secundaria no terminan de transformarse a nivel masivo. Más importante aún: pese a lo sorprendidos que se han mostrado muchos opinantes sobre el proyecto de la Provincia de Buenos Aires, son muchas las jurisdicciones de nuestro país que vienen implementando otras formas de graduación de los aprendizajes y de organización escolar. Una revisión de 2017 analiza los cambios en CABA, Chaco, Córdoba, La Pampa, La Rioja Río Negro y Tucumán; una revisión actualizada podría ampliar la lista. Los cambios pueden alcanzar a todos los establecimientos de una orientación o bien estar acotados a escuelas de creación reciente que se plantean como innovadoras; algunos modifican las unidades de acreditación para que sean acreditables campos integrados; otros introducen la figura de correlatividad para que la aprobación de un nivel de X asignatura conlleve la acreditación del nivel previo si este estaba pendiente (Pinkasz, D., Revisiones a los regímenes académicos en los últimos diez años: una aproximación a la normativa y a sus aplicaciones en siete provincias , FLACSO, 2019). Nuestra Universidad creó en 2015 una escuela secundaria con un régimen que desmonta la figura de la repitencia, y establece la posibilidad de recursar aquellas asignaturas que no se aprobaron, y solo esas.

Otros países

A nivel internacional, los países con sistemas educativos que suelen identificarse como de alta calidad no cuentan con sistemas de repitencia automática como la Argentina. Según datos del informe producido por el Ministerio de Educación de la Nación en 2016, países como Finlandia, Escocia, Chile, cuentan con sistemas de repitencia excepcional (se decide en espacios colegiados, involucra consideraciones diversas sobre la situación individual del estudiante y afecta a una proporción muy baja de la población escolar), mientras que países como Noruega y Japón cuentan directamente con sistemas de promoción automática (Rigal, L., Regímenes de promoción de grado. Área de Investigación, MEN. 2016)

Como hemos tratado de mostrar hasta aquí, repetir o no repetir no es el núcleo del debate. Si no mejoramos la calidad de la discusión pública acerca de la educación, difícilmente podremos mejorar las condiciones en las que los y las adolescentes y jóvenes de nuestro país transitan su educación secundaria. Todas las iniciativas político educativas por reconocer este problema y elaborar alternativas deben ser conocidas, celebradas y debatidas (en ese orden), si queremos romper el más de lo mismo que somete a los y las chicas a situaciones de fracaso inaceptables.

(Gabriela Diker y Flavia Terigi son investigadoras de la Universidad Nacional de General Sarmiento.)

https://www.pagina12.com.ar/525035-sin-repetir-y-sin-gritar