Expulsiones, desamparo educativo y prejuicios: el día a día del alumnado con necesidades especiales y sus familias
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En las escuelas públicas del Archipiélago hay alrededor de 33.000 niños y niñas que requieren atención a la diversidad. Según los expertos, los datos van en alza.
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Álvaro es un alumno con síndrome de Down que este curso empezó en un nuevo centro educativo. Tras dos años en su anterior instituto en un aula enclave, su familia decidió cambiarlo a otro centro porque no encontraron respuestas para su hijo. “No vimos ningún tipo de desarrollo”, explican Georgina y Hugo. La familia no sentía el respaldo del colegio que, como cuentan, solo daba quejas de su hijo y no proponía soluciones. Esta es la situación a la que se enfrentan muchas familias de alumnado con Necesidades Específicas de Apoyo Educativo (NEAE) y Necesidades Educativas Especiales (NEE) en Canarias, un escenario que definen como “sistemático” y que supone años de lucha contra un sistema educativo “desfasado y sin atención a la diversidad”.
Según las últimas estadísticas de la Consejería de Educación, Formación Profesional, Actividad Física y Deporte, en el curso escolar 2022/2023 estaban escolarizados en las escuelas públicas canarias 32.405 estudiantes NEAE y NEE. A pesar de que las cifras son cada vez mayores debido a la detección en edades tempranas, como apunta Gerardo Rodríguez, portavoz del sindicato STEC-IC, las familias siguen encontrándose obstáculos que impiden que sus hijos e hijas puedan desarrollar de forma digna su etapa educativa. “Vayas a donde vayas, todo se repite siempre”, explica Fanny, madre de dos alumnos con dislexia y TDAH e impulsividad.
Dentro del sistema educativo existen muchas realidades del alumnado NEAE que abarcan desde Discapacidad Intelectual (DI), Auditiva (DA), Visual (DV) o Motora (DM) hasta Trastorno del Espectro Autista (TEA), Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) o Altas Capacidades Intelectuales (ALCAIN), entre otras. Según sus necesidades, su escolarización puede ser en colegios de educación especial, centros ordinarios con aula enclave o atención a la diversidad en centros ordinarios, donde se encuentra la mayor parte del alumnado. Como recoge el decreto 25/2018, que regula la atención a la diversidad en enseñanza no universitaria en Canarias, se priorizará la escolarización en aulas ordinarias siempre que sea posible para una mejor adaptación a sus necesidades, además de llevar a cabo adaptaciones curriculares y metodológicas. Sin embargo, las familias coinciden en que en la práctica se encuentran con muchas trabas antes, durante y después del diagnóstico.
La ratio en las aulas, una lacra en el sistema educativo
En Canarias, la ratio de estudiante por clase oscila entre los 27 y 30, siendo incluso superior en Bachillerato. Tanto Fanny como Esther, también madre de alumnos NEAE y psicopedagoga, señalan que el número de alumnos y alumnas por clase es excesivo y que es imposible atender tanto al alumnado en general como a aquellos con necesidades específicas, que requieren de una atención más individualizada: “Si divides una clase de 50 minutos entre 27 niños, ese es el tiempo que le puedes dedicar a cada uno y la mayoría de niños con TDAH necesitan más atención. Si para un niño sin necesidades es difícil, para quienes tienen problemas de aprendizaje mucho más”. Una ratio tan elevada por clase imposibilita la atención a las necesidades educativas especiales y, como señalan las madres, hay que considerar que dentro de esa ratio puede haber uno o más alumnos NEAE.
Tanto las familias como el sindicato STEC-IC y la Asociación de TDAH Gran Canaria manifiestan que el profesorado no cuenta con los recursos y los apoyos necesarios para la atención a la diversidad. “En centros ordinarios, no hay suficientes auxiliares para la demanda que hay. Es una lucha permanente con la consejería. Los profesores se ven desbordados por la situación”, explica Gerardo Rodríguez. Como ha venido denunciando en varias ocasiones el sindicato, la mayor parte de la contratación de profesores auxiliares se realiza mediante Aeromédica Canaria: en 2020, Educación aprobó la prórroga del contrato con esta empresa para 608 profesionales. Además de que es una medida que califican de insuficiente, manifiestan que este servicio debe ser público y formar parte de la consejería.
La falta de recursos también se hace notar en el equipo de orientación de los colegios. Para los 1.315 centros educativos no universitarios de Canarias, hay 266 orientadores de Primaria y 232 de Secundaria, 44 trabajadores sociales, 140 maestros y maestras de audición y lenguaje y 21 maestros/as de otras especialidades. Según cálculos de Comisiones Obreras, en las Islas hay un orientador por cada 400 alumnos. Con una plantilla tan reducida, los equipos de orientación se ven desbordados no solo para realizar los informes del alumnado NEAE, sino para llevar a cabo otras funciones. “La lista de espera para el informe es de más de un año. Al final, no se diagnostica nada y sin el informe la Seguridad Social no te atiende. El problema principal es conseguir el diagnóstico. Sanidad exige que, para diagnosticar a un menor, debe tener un informe educativo previo en el que se detecten criterios, por ejemplo, de TDAH.”, explica Fanny.
Expulsiones al alumnado NEAE
Muchos alumnos NEAE son expulsados de los centros educativos como medida de sanción por sus conductas. Fue el caso de Álvaro, que fue expulsado una semana a su casa, o el hijo de Susana (nombre ficticio), diagnosticado con TEA, que también tuvo que cambiarse repetidas veces de centro educativo. Las madres explican que no se aplicó ningún tipo de atenuante en el colegio a pesar de que ambos alumnos tenían una discapacidad reconocida.
“La medida no es expulsarlo, es trabajar con él para evitar ese comportamiento. Nosotros lo trabajamos con él en casa y con la terapeuta, pero en el colegio también se debe trabajar. Si lo mandamos a casa, no se soluciona nada, porque él no lo entiende”, explica Georgina, madre de Álvaro. Desde la Asociación TDAH Gran Canaria señalan que las expulsiones son una de las mayores dificultades con las que se encuentran las familias: “Se tiende a la expulsión o a sacar al alumno del aula en vez de intentar la integración y adaptar los castigos al trastorno y al problema concreto”. Asimismo, las familias señalan que expulsar no es una consecuencia, sino un premio: “Se van a casa durante todo el día sin colegio y el niño cada vez que quiera hacer algo para irse del colegio, no tiene más que portarse mal. Los protocolos no son los adecuados. Pueden quedarse una hora más en el colegio haciendo lo que sea, algo útil. El niño así no se va a portar mal”, expresa la psicopedagoga Esther.
Las faltas negativas, los castigos o las llamadas de atención en clase también están a la orden del día en su rutina. “Una persona si es ciega, no le puedes castigar por ser ciego; o si es coja, por ser cojo. A estos niños por tener falta de atención en clase los castigan y los sancionan sin recreo, que es la hora de descanso. El sistema educativo no se centra en potenciar y motivar las capacidades de estos niños, que son muchas, sino que únicamente se centran en los puntos malos”, manifiesta Fanny.
Ante esta situación, muchas madres se ven obligadas a dejar sus puestos de trabajo debido a las llamadas recurrentes del colegio. Las familias explican que es una sensación de incertidumbre constante que les genera ansiedad: “Me intenté incorporar al mundo laboral, pero era imposible, porque el colegio me llamaba día sí y día también. Cada vez que me sonaba el teléfono, entraba en pánico”.
Estigmatización del alumnado y de las familias
Yasmina inició su lucha en 2016. Tras ver que su hijo Adrián era muy inquieto, decidió hacerle las pruebas de TDAH, pero en un primer momento descartaron el diagnóstico. Tras los resultados, optó por hacerlas a través de un médico particular y en esta ocasión sí pudo confirmarlo. El centro educativo se desentendió y desde 2018 sigue esperando una respuesta del Director Territorial de Educación. En estos últimos años, su hijo ha intentado prepararse para acceder a la universidad, pero como explica Yasmina tiene las puertas cerradas por todos lados: “Desde que cursaba Secundaria, los profesores le decían que no estaba capacitado para llegar a Bachillerato ni a la universidad”.
La estigmatización del alumnado NEAE es una constante en las aulas. Se tiende a pensar que son estudiantes vagos, que no trabajan o que no prestan atención, pensamientos que estos niños y niñas terminan interiorizando. “Piensan que ellos tienen la culpa, se distraen, molestan y entran en bucle hasta que llega el fracaso escolar”, explica Fanny. Tal y como apuntan desde Down Las Palmas, la metodología del sistema educativo en España está basada en el aprendizaje memorístico, una metodología lejos de atender a la diversidad: “Si tienes problemas en la expresión escrita, de memoria o de atención, el sistema te está diciendo que ya no vales. Incluso sin tener una discapacidad reconocida”.
Otra de las situaciones frecuentes a las que se enfrentan las familias es la negación de ciertos trastornos y de la medicación por parte de profesionales educativos y sanitarios a pesar de estar reconocidos en la Clasificación Internacional de Enfermedades. “No quieren hacer un diagnóstico para no ponerles una etiqueta, porque la etiqueta no les viene bien. La etiqueta es el diagnóstico. Si no le pones el diagnóstico, ¿qué hacemos con estos niños?”, expone Esther.
Con todo, las familias también se ven afectadas por los prejuicios que rodean a los alumnos NEAE. Es muy habitual que se tienda a culpar a los padres y madres de las conductas de sus hijos en los centros y no se entienda que forman parte de su trastorno o discapacidad. “La madre no sabe poner normas” o “El niño es malo” son algunas de las frases con las que tienen que lidiar las familias. “Terminas creyendo que eres la culpable y que podrías haber hecho mejor las cosas”, confiesa Susana.
“Es una lucha de por vida, pero no hay que tener miedo. No podemos callarnos”, manifiesta Yasmina. Alentadas por la situación, Fanny, Esther, Susana y Yasmina han decidido crear una asociación en la que se incluyen todas las necesidades específicas de aprendizaje. “Todas tenemos los mismos rasgos y pasamos por lo mismo. Estamos cansadas y creemos que hay más casos, pero los padres no saben cómo defenderse. Hay que unirnos para ser visibles y hacernos visibles”, explican. Asimismo, animan a las familias que estén pasando por una situación similar a que se acerquen a sus hijos e hijas: “Tienes dos opciones: o te unes al niño o te unes al sistema educativo. Si te unes al sistema educativo, tienes un conflicto con el niño, pero si te unes a él, lo tienes con el sistema educativo. Nosotras decidimos unirnos a ellos y apoyarlos”.
Tanto las familias como las asociaciones que les acompañan coinciden en la necesidad de adaptar el sistema educativo para poder atender a la diversidad. Medidas, como disminuir la ratio de las clases, mejorar los recursos en los centros, aumentar la plantilla de orientadores y profesores auxiliares, realizar un control exhaustivo de las NEAE en los colegios e institutos, conceder ayudas económicas efectivas o llevar a cabo protocolos más exhaustivos contra el bullying son solo alguna de las peticiones de las familias no solo para sus hijos e hijas, sino para los niños y niñas que vienen detrás.
“La inclusión es una justicia social; es la igualdad efectiva basada en la equidad; es tener las mismas oportunidades que el resto; es dar respuesta a la diversidad”, responden las familias. La sociedad y las instituciones canarias tienen un compromiso con el alumnado NEAE y todo comienza potenciando la empatía y dejando a un lado los prejuicios.