La educación es un derecho humano, un importante motor del desarrollo y uno de los instrumentos más eficaces para reducir la pobreza y mejorar la salud, y lograr la igualdad de género, la paz y la estabilidad. Además de generar rendimientos elevados y constantes en términos del ingreso, constituye el factor más importante para garantizar la igualdad de oportunidades.
A nivel de las personas, promueve el empleo, los ingresos, la salud y la reducción de la pobreza. A nivel mundial, los ingresos por hora aumentan un 10 % por cada año adicional de escolarización (i). A nivel de las sociedades, contribuye al desarrollo económico a largo plazo, promueve la innovación, fortalece las instituciones y fomenta la cohesión social.
Los países en desarrollo han conseguido enormes avances en la tarea de lograr que los niños asistan a clase, y la cantidad de niños escolarizados ha aumentado en todo el mundo. Sin embargo, tal como se pone de relieve en el Informe sobre el desarrollo mundial 2018 (i), el aprendizaje no está garantizado.
Realizar inversiones inteligentes y eficaces en la educación de las personas resulta imprescindible para desarrollar el capital humano con el que se pondrá fin a la pobreza extrema. Esta estrategia se centra primordialmente en la necesidad de abordar la crisis del aprendizaje, poner fin a la pobreza de aprendizajes (i) y ayudar a los jóvenes a adquirir las habilidades que necesitan para triunfar en el mundo actual.
Sin embargo, la COVID-19 está causando estragos en las vidas de niños pequeños, estudiantes y jóvenes. Las perturbaciones causadas por la pandemia en las sociedades y las economías agravan la crisis mundial de la educación, ya existente, y afectan a la educación de maneras sin precedentes.
Uno de las numerosos y dramáticos impactos de la pandemia es que ha provocado la peor crisis educativa del último siglo. En abril de 2020, cuando el cierre de escuelas registró su nivel máximo, el 94 % de los estudiantes (PDF, en inglés) —o 1600 millones de niños— no asistía a clases en todo el mundo.
Incluso antes de la pandemia de COVID-19, ya resultaba claro que existía una crisis mundial del aprendizaje. El indicador de la pobreza de aprendizajes (i), creado por el Banco Mundial y el Instituto de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y dado a conocer en 2019, proporciona un dato simple, si bien grave, de la magnitud de esta crisis del aprendizaje: la proporción de niños de 10 años que no pueden leer ni comprender un texto breve apropiado para su edad.
En los países de ingreso bajo y mediano, el porcentaje de niños que se ven afectados por pobreza de aprendizajes (i) —que ya superaba el 50 % antes de la pandemia— podría llegar al 70 % debido a los cierres prolongados de las escuelas y la ineficacia de la educación a distancia para garantizar la continuidad plena del aprendizaje durante los cierres de las escuelas, poniendo en peligro las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4. Los niños escolares han perdido aproximadamente 2 billones de horas (i) —y siguen aumentando— de instrucción presencial desde el inicio de la pandemia de COVID-19 y los confinamientos posteriores.
Los impactos asombrosos del cierre de escuelas van más allá del aprendizaje. La generación de niños presente podría perder un total combinado de USD 17 billones en ingresos a lo largo de la vida en valor actual, un marcado aumento con respecto a los USD 10 billones estimados en 2020.
La COVID-19 generó una catástrofe de desigualdad. Casi todos los países proporcionaron alguna forma de educación remota durante el cierre de las escuelas, pero hubo una gran desigualdad en el acceso y la utilización de esta entre los países y dentro de ellos. Los niños de hogares desfavorecidos tuvieron menos probabilidades de beneficiarse del aprendizaje a distancia que sus pares, debido a menudo a la falta de electricidad, conectividad, dispositivos y apoyo de los cuidadores. Las niñas, los estudiantes con discapacidad y los niños más pequeños también enfrentaron importantes obstáculos para participar en actividades de educación a distancia. En general, al menos una tercera parte de los escolares de todo el mundo —463 millones de niños— no pudieron acceder al aprendizaje remoto durante el cierre de las escuelas.
Otros 24 millones (i) de estudiantes corren el riesgo de no regresar al sistema escolar. La salud mental infantil se está deteriorando, mientras que los riesgos de violencia y matrimonio y trabajo infantil están aumentando. La situación es más grave para las niñas, que tienen menos probabilidades de regresar a la escuela después de abandonar la escuela, y son más vulnerables a la violencia, el matrimonio infantil y el embarazo. Los grupos vulnerables como los niños con discapacidad, las minorías étnicas, los refugiados y las poblaciones desplazadas tienen también menos posibilidades de retomar sus estudios después de la crisis.
Las perturbaciones en las escuelas afectaron especialmente a los niños más pequeños. Los establecimientos de educación preescolar permanecieron cerrados por más tiempo en numerosos países, y recibieron poco o ningún apoyo para realizar actividades de aprendizaje a distancia.
Además de las pérdidas de aprendizaje, las perturbaciones en la educación han exacerbado también las disparidades en nutrición, salud y estimulación, y en el acceso a servicios básicos psicosociales y de protección social. Millones de niños más corren el riesgo de verse empujados al trabajo infantil, el matrimonio precoz y a dejar la escuela por completo.
Se suma a estos desafíos el impacto negativo de la contracción económica global sin precedentes en los ingresos familiares, lo que aumenta el riesgo de deserción escolar y también da lugar a la reducción de los presupuestos de los Gobiernos y a presiones en el gasto público en educación.
Como resultado, es posible que la actual generación de estudiantes, y especialmente los más desfavorecidos, nunca alcance su pleno potencial educativo y salarial.
Esto es realmente trágico, pero se puede evitar. Se insta a los Gobiernos a implementar programas ambiciosos y decididos de recuperación del aprendizaje para que los niños vuelvan a la escuela, se recupere el aprendizaje perdido y se aceleren los avances creando sistemas educativos de mejor calidad, más equitativos y resilientes.
Financiamiento de la educación
A pesar de las necesidades de financiamiento adicional, dos tercios de los países de ingreso bajo y mediano bajo han recortado sus presupuestos de educación pública desde el inicio de la pandemia de COVID-19, de acuerdo con el informe conjunto del Banco Mundial y la Unesco titulado Observatorio de la financiación de la educación (EFW) (PDF, en inglés). En comparación, solo un tercio de los países de ingreso alto y mediano alto ha reducido sus presupuestos. Hasta ahora, estos recortes presupuestarios han sido relativamente pequeños. Sin embargo, se corre el riesgo de que sean mayores en el futuro, a medida que la pandemia siga ocasionando perjuicios económicos y las posiciones fiscales empeoren.
Estas tendencias diferentes conllevan un aumento significativo de las disparidades en materia de gastos, que ya son amplias, entre los países de ingreso bajo y alto. Según el informe EFW, antes de la pandemia de COVID-19, en los ejercicios de 2018-19, los países de ingreso alto destinaban el equivalente a USD 8501 anuales a la educación de cada niño o joven, mientras que los países de ingreso bajo asignaban USD 48. La COVID-19 está ampliando esta enorme brecha en el gasto per cápita en educación entre los países ricos y los pobres.
Financiar la educación no solo es una cuestión de movilizar más recursos para el sector, sino también de mejorar la eficacia del financiamiento ya asignado a los presupuestos de educación. Lamentablemente, los últimos aumentos del gasto en educación pública se asocian con mejoras relativamente pequeñas y desproporcionadas en los resultados de aprendizaje.
Los Gobiernos nacionales y la comunidad internacional del desarrollo deben invertir más y mejor en los sistemas educativos y fortalecer el nexo entre el gasto y el aprendizaje y otros resultados de capital humano.
Última actualización: Abr 18, 2022