Inteligencias artificiales, imágenes irracionales
El impacto de las inteligencias artificiales nos invita a reflexionar sobre las creaciones visuales propias de los humanos.
La IA ha irrumpido con fuerza en el terreno de la creatividad. Más allá del debate sobre su capacidad artística, este nuevo escenario pone de manifiesto un posible colapso de la imaginación humana: la homogeneidad con la que la máquina reproduce imágenes no deja de ser un reflejo de nuestra forma de producirlos.
La controversia global en torno al potencial de las inteligencias artificiales para suplir la creatividad humana estalló el pasado año. Es significativo que el revuelo tuviera relación con las imágenes. Las IA ya se habían abierto camino en la economía , el ámbito jurídico , la traducción , el periodismo , la medicina , el transporte y en otras esferas esenciales de nuestra actividad, lo que había dado lugar a debates en ámbitos especializados. En cambio, la aparición de imágenes sintéticas de calidad provocó un seísmo cultural que conduce a dos consideraciones.
La primera hace referencia al pánico reaccionario ancestral que despiertan las imágenes que escapan del control crítico y social: en la medida en que son manifestaciones de la Alteridad, de la extrañeza, los individuos y los colectivos deben reprimirlas por perpetuar el consenso sobre la realidad. En What Do Pictures Want , WJT Mitchell considera que ante la voluntad iconoclasta que tanto ayer como hoy está dispuesta a validar las imágenes sólo si actúan como meros reflejos, este tipo de imágenes presentan la facultad desconcertante de funcionar una y otra vez a rostros que devuelven la mirada al espectador. Tienen voluntad, agencia y deseo, presentan una capacidad sorprendente de generar dinámicas autónomas con inteligencia e intencionalidad.
Las reflexiones de Mitchell permiten inferir de inmediato que las imágenes generadas por redes neuronales como DALL·E2 , Midjourney o Stable Diffusion a partir de las indicaciones más o menos detalladas que les proporciona un operador humano tienen un potencial considerable para subvertir el orden establecido de la representación. De hecho, uno de los aspectos más sugerentes de las imágenes sintéticas es, en nuestra opinión, que la imperfección que todavía hoy delatan y la inagotable lectura algorítmica de imágenes ya existentes que llevan a cabo está originando una estética inquietante, weird , crítica a la su manera , que se echa de menos en el panorama plástico, gráfico y audiovisual contemporáneo.
De ahí se infiere una segunda consideración, vinculada a la creciente homogeneidad de las imágenes generadas por seres humanos; imágenes que ya no tienen el propósito de expresar con plena libertad nada sobre nosotros mismos y la relación con lo que nos rodea, ni sobre nuestros imaginarios y deseos, sino que aspiran a la comunicación con los demás como forma de lengua franca posfotográfica , con todo lo que esto conlleva en términos de autocensura. Por eso la facilidad para producir y manipular imágenes no ha llevado a la diversificación esperable del ecosistema audiovisual, sino a una reiteración asfixiante y referencial de motivos y estilos que hace pensar en un colapso de la imaginación.
Ya hemos planteado en otros formatos que Instagram, TikTok y otras aplicaciones han puesto sobradamente de manifiesto este colapso, del que, sin embargo, expresiones artísticas como el cine y el cómic –tanto el mainstream como el de autor– no son ni mucho menos ajenas. Basta con frecuentar festivales y salones para apreciar hasta qué punto la voracidad en la producción y el consumo de imágenes, y el panóptico severo en el que tiene lugar, han desembocado en el infierno de lo igual.

Una imagen generada por inteligencia artificial a partir del mensaje “Una foto de un robot dibujando a mano, arte digital” | Wikimedia commons | Dominio público
La consecuencia de todo esto, como ha escrito María Santana , es que «cuanto más se menosprecia el deseo y lo imaginario, más se fantasmagorizan las cosas y los cuerpos (…). Nuestro reto pasa por adentrarnos en la alteridad, por dejarnos interrogar e incomodar por el Otro». Y esto es algo que, hoy en día, están más en disposición de hacer posible con garantía de éxito las inteligencias artificiales que los humanos. Es posible que la alarma desatada entre los artistas visuales en el fondo tenga relación con la toma de conciencia repentina de que es fácil que las IA les emulen las obras, porque estas creaciones ya eran de por sí un ejercicio de adaptación al complejo industriocultural.
Los usuarios de Internet parecen muy conscientes de esta ceguera de los artistas frente a los aspectos más sombríos de la realidad, los que ellos sufren en un mundo de rasgos cada vez más inestables y acercados a la pesadilla. La demanda que los internautas hacen de imágenes de terror sintéticas es abrumadora , y ya ha derivado en los inevitables creepypastes , además de nutrir las ilustraciones alucinadas de Jaesen Moreaux o los experimentos weird con el cómic británico Dave McKean y la portuguesa Ana Matilde Sousa .
Estos y otros muchos creadores se están dando la oportunidad de dialogar con las inteligencias artificiales –lo que, por cierto, a menudo deben hacer a escondidas de sus semejantes , para evitar linchamientos–, conscientes de que, más allá de las disputas lógicas en torno a los derechos de autor y de la explotación del trabajo ajeno , están ante un paradigma revolucionario que vale la pena explorar. Por un lado, las IA constituyen herramientas formidables para expandir la conciencia del artista y la conciencia de su época, y más aún para deconstruirlas a través de la irracionalidad algorítmica. En palabras de Jorge Carrióna propósito del acto de escribir: «Si los surrealistas coincidieron con el espiritismo, en el que el escritor adopta el papel de médium e invoca sus fantasmas, miedos, recuerdos y deseos inconscientes (…), ahora nos encontramos en una transición similar: la escritura producida a través del aprendizaje automático y de otras formas de inteligencia artificial está imprimiendo una vibración particular a nuestros tiempos.»
Y, por otra parte, las IA han brindado una oportunidad única a los artistas (auto)exigentes para preguntarse por el sentido de sus obras en el marco de una economía audiovisual caracterizada por la retroalimentación y la fugacidad; por el antagonismo entre originalidad, homenaje y plagio que, paradójicamente, se había relativizado en los últimos años, y por el impacto último de su abandono en herramientas infográficas que han afectado a la idiosincrasia de sus trazos.
Creemos que los artistas plásticos y visuales están abocados, tal y como afirma Brian Jackson, a una crisis existencial , porque su labor ya no se enmarca en una sociedad incapaz de contemplar las cosas o de recrearlas con sofisticación, sino en un entorno en el que se dan todas las circunstancias favorables para que esa mirada sofisticada irrumpa. Jackson concluye –y compartimos el diagnóstico que hace– que una posible solución estaría en una hibridación entre la conciencia del ser humano y la inconsciencia de la máquina que proyectara la crisis creativa del primer verso horizontes inéditos para las imágenes.
No nos olvidemos que, al fin y al cabo, un artista que merecedor de esta etiqueta siempre camina inmerso en la duda, la interrogación y la experimentación; está embarcado –volvemos a María Santana– en «el descubrimiento y aventura de la creación». Si no es así, sus obras no serán más que lugares comunes, reflujos del espíritu de su época: precisamente los defectos que se atribuyen a las inteligencias artificiales.
https://lab.cccb.org/ca/intel%c2%b7ligencies-artificials-imatges-irracionals/